Los Toledo Muñoz-Cobo se consideran una familia normal aficionada a la equitación, a la lectura, con una gran devoción a la Virgen del Rocío y con un gran amor hacia su tierra natal, Punta Umbría, y a la provincia de Huelva. Eso sí, con un matiz muy peculiar, más bien poco habitual.
Cuando el padre, Carlos Toledo Romero, aprobó la oposición en 1988 y tomó posesión como primer notario de la localidad puntaumbrieña, plaza de nueva creación, nunca presagió que podría ser el promotor de una saga de notarios. Y aquí su peculiaridad: tres de sus cuatros hijos, Carmen, Rafael y Carlos, de 30, 29 y 25 años, han aprobado estas duras oposiciones gracias a una mezcla de esfuerzo y de admiración por su padre con el anhelo de parecerse a él.
Esto último, más que de presión, les ha servido de estímulo y motivación durante las más de doce horas diarias que les han dedicado al estudio en los últimos años.
Cada uno ha logrado esta hazaña con sus circunstancias, como dijo el filósofo Ortega y Gasset en su libro Meditaciones del Quijote. Los dos varones aprobaron en la última convocatoria, hace unas semanas, mientras que Carmen, la primera mujer notaria nacida en la provincia onubense, concretamente en el municipio costero, superó las pruebas en 2019, tras graduarse en Derecho en la Universidad de Sevilla.
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Fue entonces cuando pudo coger el testigo en la notaría que fundó y de la que fue titular su padre durante 24 años, junto al mar, en Punta Umbría. Una localidad de la que se enamoró cuando eligió esa plaza de nueva creación a final de los 80, como primer destino profesional.
La notaria Carmen Toledo toma de posesión con su padre, el notario Carlos Toledo, como padrino.
Cedida
Desde hace diez años, Toledo ocupa una de las plazas existentes en la capital onubense, concretamente en la calle Marina, tierra que ya considera más que propia y donde sus hijos también quieren mantener sus raíces, pues todos ellos son puntaumbrieños.
«Es algo insólito que una notaría pase de padre a hija, como en este caso«, reconoce su progenitor, natural del municipio almeriense de Albox, pero arraigado en la citada localidad onubense desde hace 35 años, pues las notarias no se heredan, se accede a ellas por rigurosa oposición en función del número obtenido y antigüedad en el escalafón.
Si bien los padres de Carlos Toledo no eran juristas -su padre era ingeniero de minas y su madre catedrática-, su familia sí es de tradición jurídica. Su abuelo era abogado y su bisabuelo magistrado.
El pequeño, número 1 de su tribunal
Carlos, el más pequeño de la saga lo consiguió en tiempo récord. Tras graduarse en ICADE en el doble grado de Administración y Dirección de Empresas y Derecho, le han bastado dos y años y medio para hacerse con la primera plaza de su tribunal y convertirse en uno de los notarios más jóvenes de España.
Rafael también tiene su peculiaridad: además de notario también es médico. Cursó y terminó Medicina en la Universidad de Sevilla. «Mi padre me transmitió la importancia del Derecho para la vida cotidiana. Por eso, cuando pasaba a cuarto de Medicina me matriculé en la otra carrera».
Tras terminar ambas de forma simultánea, el graduado en Medicina descubrió en el Derecho su verdadera pasión. Su padre no oculta su enorme satisfacción por la elección que su hijo le comunicó de forma sorpresiva tras graduarse en ambas disciplinas.
Su otra hija, Gloria, de 27 años, sí se ha dado cuenta de que su vocación es sanar a los más pequeños de la casa. Es médico, está casada con un neumólogo y está culminando la especialidad de Pediatría en el Hospital de Huelva. Aunque como en esta familia parece que lo jurídico es algo inherente, a su vez se graduó en Derecho, cursando ambas carreras simultáneamente.
Su madre, Gloria Muñoz-Cobo, natural de Granada, también ha tenido mucho que ver en esto. Es Técnico de Hacienda y ejerció en Huelva hasta que solicitó la excedencia. Decidió trabajar en la notaría como forma genuina de conciliación familiar, compartiendo desde hace años lo que para su marido es su oficio y pasión, además de haber estado muy encima de las necesidades de sus hijos durante estos años.
La cultura del esfuerzo
EL ESPAÑOL los reúne en el despacho del patriarca para conocer los entresijos de esta travesía, que ha acabado con final feliz, tras superar los dos exámenes orales, que son públicos, y los dos escritos que se prolongan durante un año aproximadamente. Había 45 plazas para cada uno de los dos tribunales, a las que se presentaron más de 800 aspirantes.
La conversación fluye alrededor de una mesa redonda, recién llegados padre e hijos del Camino de Santiago por la Ruta de la Plata a caballo, secundando la cumplida promesa que hizo un amigo de la familia para cuando aprobaran. Carmen se casó hace unas semanas y está recién llegada de su viaje de novios. Su marido es arquitecto.
Del encuentro emana que son una piña, que tienen impregnado en su ADN la cultura del esfuerzo y la admiración y el respeto que sienten los unos por los otros. También la vocación por su trabajo que ha logrado transmitirles como padre y como profesional. Su sonrisa y el brillo de sus ojos, el protagonismo que sus hijos quieren cederle en la conversación y las continuas caricias que su primogénita le reporta en sus manos a modo de gratitud mientras habla, les delata.
Aunque todos los padres quieren que sus hijos tengan una profesión como esta, él reconoce que sí les ha inculcado siempre esa cultura del esfuerzo y la pasión por la lectura, pero no ha influido directamente para que siguieran sus pasos profesionales. «Sin duda que en mi fuero interno anhelaba que siguieran mis pasos, pero siempre respeté sus decisiones», reconoce.
El notario Carlos Toledo posa con sus hijos también notarios Carmen, Carlos y Rafael y su nuera Cristina.
Inma León
¿Cuál ha sido la pócima, Carlos?
[Ríe] «¿Quién no quiere que sus hijos se dediquen a lo mismo que uno cuando ellos ven que amas lo que haces? No por ser notario en sí mismo, sino porque mi trabajo es para mí es una pasión, ilusión, una vocación y diría que también mi entretenimiento. El día que aprobaron fue una satisfacción grandísima, inexplicable, y estoy muy contento de que mis hijos hayan compartido mi vocación y lo hayan logrado con ese ahínco».
Asegura que desde pequeños les ha incentivado la lectura y ha controlado mucho el tiempo ante los dispositivos tecnológicos. «Siempre hemos procurado que no fueran niños mimados y fomentar en ellos esa cultura del esfuerzo. Gloria, mi mujer, ha sido fundamental para establecer pautas de rigor y disciplina en todos los aspectos, en especial en materia académica», asegura.
Reconoce que su profesión es la gran desconocida porque dar fe es la punta del iceberg. «El acto de otorgamiento y firma de la escritura pública es sólo la parte más visible, pero no es la única, ni siquiera la más importante que representa nuestro trabajo, aunque sí es la forma de exteriorizarlo».
Defiende con propiedad que la función de los notarios es doble: asesoramiento a las personas y entidades para conseguir sus fines lícitos y dación de fe, siempre previo control de la legalidad de los actos en que un notario interviene y autoriza.
Se define a sí mismo como un funcionario público y profesional liberal, que asesora a las partes, pero que también media e interviene para poner de acuerdo en aquellas cuestiones más controvertidas, como en las herencias, por ejemplo. En la actualidad también se le han asignado a este gremio nuevas funciones en materia de jurisdicción voluntaria, tales como bodas, divorcios, expedientes de dominio y otras muchas.
– ¿Qué sentía cuando los veía dedicarse a la oposición en cuerpo y alma?
«Mientras estaban estudiando, llegué a tener sentimiento de culpabilidad porque el índice de aprobados es muy bajo«, reconoce. No obstante, siempre confió en ellos porque pronto se percató de que tenían madera para la profesión, así como el suficiente equilibrio emocional para preparar la oposición y aguantar el examen.
No sólo es necesario esfuerzo memorístico, sino también una cierta predisposición para la aplicación del derecho. «Para mí este mundo tiene algo de arte y tenía la intuición de que mis hijos podían conseguirlo».
Sin embargo, en esta familia esta tasa se ha superado con creces. También les ha influido muchísimo que ellos, como se dice por el sur, «han mamado» esto desde niños. Cuenta como anécdota que a su hija Carmen con ocho años le gustaba pasar algunas tardes con su padre en la notaría y en alguna ocasión le preguntaba: «Papá ¿esta tarde hay alguna escritura divertida?«.
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– ¿Y para vosotros cómo fueron esos años?
Durante una época coincidieron los tres en Madrid estudiando en el mismo piso. Los tres señalan que fue más llevadero, pero contestan por partes.
Carmen, que ya cuenta con casi dos años de experiencia, tras cerca de seis de preparación, cree que lo fundamental es tomarse la oposición con «verdadera seriedad y encontrar la motivación en el amor a la profesión«. Asegura que conocerla de cerca hace que te ilusiones mucho más.
Carlos ya supo durante la carrera que acabaría opositando, pero no imaginaba que la sacaría en dos años y medio a la primera. Él también compartió un tiempo de estudio con su novia, Paula, que aprobó con 24 años y dos semanas después que él las de Técnico de Hacienda, aunque ya está preparando las de Inspección. Es gallega, pero «si Dios quiere y la plaza se lo permite» pronto se trasladará a tierras andaluzas, asegura el más pequeño de los hermanos muy sonriente.
Rafael, quien aprobó a la segunda porque para la primera vez llevaba poco tiempo preparándose, cree que «la fe del converso» es la más fuerte y ríe mientras se explica. «Venía de estudiar Medicina y estudiando en estos cinco años y medio he sido verdaderamente feliz, sin obviar la parte de sacrificio que conlleva, porque he disfrutado mucho con el Derecho. Llegar a su control es un estímulo«. De ahí la dificultad de la oposición y su importancia.
También da consejos a quien esté pasando por el trance del estudio de las doce horas diarias. «Hay que afrontarlo con optimismo, siempre con un horizonte y, salvando las distancias, no lo hacíamos como un verdadero sacrificio sino sabiendo que tarde o temprano, la recompensa llegaría«.
La familia política de Rafael
En la entrevista nos acompaña Cristina, prometida de Rafael y natural de Madrid, aunque ha vivido durante años en varias provincias andaluzas. Se conocieron mientras estudiaban. Ella también acaba de aprobar notarías y la historia de su familia da para otro reportaje, en plan volumen II, pero lo contaremos en este mismo porque pronto van a pertenecer a la misma familia de manera oficial.
Los padres de Cristina, Jesús Alberto Lleonart y Mónica Castro, son notarios. El padre, además, registrador de la propiedad, y tres de sus cuatro hijos también son notarios. De hecho, su hemarno mayor, Jesús, y su madre fueron sus preparadores y los de su hermana melliza, Mónica. La menor de la familia, Nuria, está opositando a Técnico de la Administración Civil del Estado.
Para Cristina fue doble celebración. El mismo día en que se publicó el resultado final de la oposición, Rafael le pidió matrimonio. Se casan el próximo mes de noviembre en la aldea del Rocío, por la devoción de esta familia a la Virgen. Si se lo llegan a decir hace unos años, asegura que no se lo hubiera creído, pero su nombre completo ya era una premonición: Cristina Rocío.
Lo curioso es que el verdadero celestino, sin quererlo, fue el propio padre, Carlos Toledo porque contactó con la madre de Cristina, a quien solo conocía por su fama como preparadora, para que preparara a su hijo Rafael… y, entre clase y clase, en su propia casa surgió la chispa. Toledo insiste en destacar que estas funciones las realizan los notarios de manera altruista y gratuita para, de alguna manera, devolver a la profesión lo que te ha dado.
Cristina también relata su experiencia. Aprobó tras dos intentos, pero sostiene que si hubiera sido en alguna de las ocasiones anteriores no hubiera conocido a su futuro marido. El hecho de que estudiaran a la vez, les ha permitido llevar el mismo ritmo de vida, tener las mismas aspiraciones y comprender cada una de las situaciones a las que se han enfrentado.
«Yo he afrontado cada proceso con cierto optimismo, no como algo que nos diese miedo. Pensaba todos los días que iba a salir bien y me estimulaba que también supondría empezar nuestro proyecto de vida», asegura.
Pero si llamativo fue su caso, más lo fue el de su madre y preparadora. Tras un paréntesis por dedicación a su familia, retomó la carrera de Derecho cuando sus cuatro hijos eran pequeños, e inició la oposición, aprobando con el número uno.
Elegir plazas
El siguiente paso de los nuevos aspirantes será la elección de la plaza en los próximos meses y tomar posesión con sus padres como padrinos de Jura. Tanto Carlos, como Rafael y Cristina tienen claro que elegirán alguna localidad onubense o cercana a la provincia para poder desarrollar su proyecto de vida en la misma, donde han crecido y donde fueron al colegio. Los dos varones estudiaron en los Maristas de la capital y Carmen en las Teresianas. «Aquí se vive muy bien», asegura Cristina.
El notario Carlos Toledo en su despacho con la foto de su hija Carmen cuando tomó posesión.
Inma León
Las notarías no se heredan ni se transmiten, pero a los hermanos Toledo Muñoz-Cobo sí les gustaría acceder a la de Huelva que hoy día sigue regentando su padre, quien manifiesta que no piensa jubilarse hasta que le obliguen por edad. Tiene 61 años, se siente en plena forma y aún no le toca, pues la jubilación forzosa es a los 72 años.
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En cualquier caso la profesión no es coser y cantar por haber obtenido una plaza para toda la vida. «El llamado fondo de comercio o implantación de la notaría y la prestación de este servicio público a sus usuarios, no se transmite, pues otro notario puede llegar y mejorarla o empeorarla», incide Toledo. Se trata de una profesión con una organización muy reglada, pero que se basa en el principio de libre elección de notario.
Son conscientes de la tranquilidad económica que les reportará porque saben que el trabajo no les va a faltar, pero a su vez de que el día a día tampoco será fácil. A las 20,30 horas, cuando hicimos esta entrevista, aún había clientes esperando para consulta.
No obstante, por lo que han vivido en sus casas, con la vocación que le han transmitido sus padres y con su preparación están seguros de que superarán los posibles obstáculos.
Mientras tanto, Carlos Toledo mira sonriente a sus hijos, se siente orgulloso y desea que el amor por el Derecho se perpetúe en lo sucesivo. Ya se trataría de una posible dinastía, que seguramente dará para un nuevo reportaje.
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