Vista del logo del Banco Central Europeo (BCE) en su sede en Frankfurt, Alemania.
2022 fue desastroso para el mercado de bonos en general, incluidos los bonos del gobierno. A finales de año, los precios de los bonos con un comportamiento contrario a la rentabilidad cayeron alrededor de un 15 % de media en todo el mundo.
La razón principal de este comportamiento fue el cambio repentino en el escenario de inflación global y, lo más importante, el giro de 90 grados en las políticas del banco central para contrarrestarlo. En particular, el ritmo de subidas de tipos en Estados Unidos es el más rápido en décadas, mientras que el Banco Central Europeo (BCE), por su parte, las ha subido poco más de seis meses en 250 puntos básicos tras ocho años de tipos en territorio negativo. Esta agresividad de las autoridades monetarias ha llevado a los inversores a temer su impacto en el crecimiento económico. Como resultado, la curva de rendimiento de los bonos del gobierno se ha invertido en la mayoría de los países desarrollados, con rendimientos a largo plazo rezagados a corto plazo.
Además, los bancos centrales cuentan con otra palanca dentro de este proceso de normalización de la política monetaria, que es la reducción del total de su balance. A través de esta operación, reducen sus carteras de bonos, drenando la liquidez, provocando que los precios de la deuda caigan y, por lo tanto, aumenten sus rendimientos. Durante 2022, la Reserva Federal de EE. UU. y el Banco de Inglaterra iniciaron este proceso, y en 2023 se incorporará el BCE. Esto supondrá un desafío para el mercado de deuda europeo, ya que esta demanda reducida de bonos de los bancos centrales se ve acompañada por una mayor oferta, ya que la emisión neta de deuda de los gobiernos europeos podría aumentar en más de 130 000 millones hasta alrededor de 520 000 el próximo año. Todo esto funciona a favor de tasas de interés más altas.
Entonces, ¿qué le espera al mercado de bonos en 2023? De momento, sabemos que los bancos centrales seguirán subiendo los tipos de interés de referencia, aunque en menor medida, por lo que las rentabilidades aún podrían subir ligeramente, al menos en la primera mitad del año. Pero la desaceleración económica podría significar que los inversores están valorando los recortes de tasas en algunas áreas, lo que podría pesar sobre los rendimientos de los bonos. Sin embargo, este movimiento está limitado, al menos en el caso de los bonos a largo plazo, por la política de reducción de balance que sigue vigente.
María Martínez y Cristina Valera, BBVA Research
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