El ecoturismo ya existía como turismo minoritario antes de la pandemia, pero la llegada de las restricciones sanitarias con la propagación del COVID-19 hizo que a partir de la segunda mitad de 2020 quienes podían viajar optaran por actividades no masificadas y, sobre todo, aquellas entrando en contacto con la naturaleza. Fue un bienvenido contraste con los meses de restricciones y toques de queda.
Y esta ocasión se sumó a una tendencia ya creciente hacia los viajes sostenibles. Como resultado, el ecoturismo está obteniendo más visibilidad y un gran impulso. “Antes muchas personas solo pensaban en las vacaciones en la playa, pero ahora ven que se pueden disfrutar en entornos naturales, tanto en verano como en otras épocas del año”, explica Amanda Guzmán, directora de Asociación Española de Ecoturismo.
“Nuestros espacios naturales son una auténtica joya de nuestra corona. Poseen maravillosas especies, paisajes, tradiciones y gastronomía. Todo lo que tenemos que hacer es mantenerlo y ofrecer un servicio de calidad y los viajeros vendrán ellos mismos”. Por ello, es importante «direccionar estos flujos de visitantes, que son sumamente beneficiosos para las regiones, para descongestionar las zonas más superpobladas y para que las zonas menos conocidas también tengan su impacto económico positivo», señaló Guzmán.
“El ecoturismo implica viajar a un espacio natural, conocerlo, descubrirlo, disfrutarlo y explorarlo, a la vez que apreciarlo y contribuir de manera práctica a su conservación, sin afectar el medio ambiente y repercutiendo positivamente en la población local. ”, según el funcionario Declaración Ecoturística de Daimiel en España, que es utilizado por Viceministra de Turismo.
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